Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa; el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar”. Horacio Verbitsky



Dio primicias de tapa a Veintitrés [leer]

Detalle de la doble página con la última entrevista al hombre que se llevaba por delante la política. Aquí, habló de la tortura que padeció y de su relación con algunos ladrones.
(Veintitrés N° 451, 22 de febrero de 2007, pp 26 y 27)

En el repaso acerca de la relación de Perón y la Triple A, Moya entrevistó a Herminio Iglesias en lo que habría de convertirse en una yapa a la amplia nota de tapa sobre un tema de cotidiano debate por aquellos días, en que el sindicalismo pintaba en las paredes: "No jodan con Perón".

La exclusiva mereció una especial mención en el sitio Diario sobre Diarios:


Edición 451, del 22 de febrero de 2007: “El tabú de Perón ...

 



La nota original que envié a Veintitrés, en una versión extendida




 

 

 

REPORTAJE INEDITO. 

LA ULTIMA ENTREVISTA A HERMINIO IGLESIAS:

“PENSABA ESCRIBIR UN LIBRO. 
SE LLAMARIA ‘CONMIGO O SINMIGO’”
Tenía hijos y había plantado de todo. La del libro era la única deuda consigo. Por eso, aceptó esta entrevista, sin saber que sería la última, en la que hasta hizo de chofer del periodista para sugerir: "¿No querés escribir mis memorias?".

· Por Alberto Moya

¿Qué habrá sido lo más fuerte de la vida que acaba de finalizar?
¿El 17 de Octubre? ¿Su encuentro con Perón? ¿La llegada a la Intendencia? ¿El episodio del cajón?
–Fue cuando me vinieron a buscar. Escapé por los techos; salté y caí sobre unas chapas de gallinero; medio hundido. Me quité el reloj, uno de oro con eslabones así de grandes, regalo de (José) Rucci. Preferí tirarlo. Me llevaron a la Brigada de Quilmes, donde estaba el comisario (Manuel) Polo, el que, de un patadón, había hecho abortar a una mujer. En una piecita, me dieron máquina. Preguntaban por cosas de acá; por alguna gente. Bajaban unos cables del techito y me daban. Varios días. Hasta que me pasaron a la comisaría. Nunca me pasó algo así. Nunca.
El relato (ubicado a fines de los ‘60) en ésta, la última entrevista de un personaje mediático que ya no daba notas, transcurrió en su casa de Avellaneda el año pasado. Desde entonces, fue internado cuatro veces, debido a sus afecciones cardíacas; la última acabó con sus 77 años.
Antes, rememoró que estaba a tres días de cumplir los 16, el 17 de octubre del ‘45.
–Nos tiramos a nado a traer dos botes para cruzar a todos. Diez años después, fuimos a la Plaza, otra vez, para defender a Perón. Veíamos venir los aviones; corríamos a escondernos atrás de una pared y salíamos cuando volvían a ametrallarnos.
–Según Jacinto Gaibur, usted era chofer de Rosendo García.
–¡No! Yo lo puse a mi amigo Rosendo en la UOM. Poníamos nuevecientos (sic) caños. Escribilo, si querés.
La ciudad fabril por excelencia lo enroló en el sindicalismo vandorista. En 1972, una agrupación que le reprochaba su apoyo a José Otero, intendente de la dictadura, le disparó en una pierna.
–Otero era macanudo. Pero le quisieron pegar a los muchachos y me puse en el medio. Entonces, me dieron un tiro de nada. Yo también les tiré algo, no te vas a pensar...
Los balazos no le eran ajenos.
–Yo lo corrí a (Juan) Abal Medina del congreso del PJ que se hizo acá.
Fue menos preciso respecto de la masacre de Ezeiza:
–Ni siquiera estuve. ¡Si estaba internado! Me habían tiroteado. No; no estuve.
Según Horacio Verbitsky, había suministrado abundante material y personal. Resultó inútil recordarle que la emboscada del 20 de junio de 1973, fue meses antes del tiroteo del 12 de septiembre, en que una bala le rozó el escroto, resultado –se comentó– de una discusión quinielera con un empleado que se creía mal pago.
–Sí, Miguel Di Maio era del equipo nuestro.
Admitió, pero nada de timbas o pistoleros.
Sentado en la sala con empapelado beige, a un metro del portón de hierro (¡) que conecta al resto de la casa, Herminio se hizo el sordo, desentendido o desmemoriado cuando se le preguntó por militares o custodios con los que se abrió paso ante la Tendencia Revolucionaria.
–¿Cámpora era de la patria socialista?
–No. Cámpora era leal a Perón (...) La izquierda no representaba a nadie. Yo estuve contra ellos pero reconozco que algunos buenos fueron engañados. Después, mientras yo me quedé en el país, ellos se fueron; Abal Medina y esos.
–Usted, presidente del PJ provincial, se opuso a la Intervención de Lomas cuando Eduardo Duhalde llegó a la Intendencia.
–Y así me fue. Muchos me reprocharon cómo podía poner a ese tipo. Lo defendí. Y después, Duhalde me salió a putear.
Herminio era de los pocos que recibía trato de “compañero” en El Caudillo:
–Yo tenía amigos en la revista. Conocí a Felipe Romeo. Pero con Miguel, no tuvimos nada que ver con la Triple A. Fuimos los últimos en hablar con Isabel. Le dije…:
–Si hace las cosas bien, no tiene por qué renunciar.
–Vea, Iglesias: sé las cosas que comentan. No se preocupe. Acá, no hay golpe que valga. A los militares los vamos a dejar sin verso. El plan económico de Mondelli, es el que quieren. Les conviene que suframos el deterioro. Así, llegaremos a las elecciones.
–… Eran las once de la noche. Ese Golpe no era evitable.
El Ejército ocupó Avellaneda, donde Herminio, sin comprobantes, dirá:
–Fui felicitado porque, después de todas las obras que hice, dejé 16 millones de dólares de superávit.
Aunque la dictadura, se sabrá, no perdonó a nadie.
–Se llevaron a mi señora, Carmen, al pozo de Lomas. A otras, las mataron.
Herminio fue uno de los que presentó el informe a la Comisión de Derechos Humanos de la OEA en 1979.
–Con Bittel; yo era el secretario del PJ.
–En la dictadura, como canje previo a la reunión de la OIT, le ofrecieron la intendencia a Ud.
–Sí, pero yo no iba a ser tan gil de quemarme así. Era mejor proponer al hombre que podía aceptar.
–¿Y ya en democracia?
–La democracia fue favorable, sí. Aunque ahora, en democracia, la gente se muere de hambre. Con los militares también pero en otro grado.
–¿Y por qué perdió en el ‘83?
–Me culpan por la quema del cajón pero, nada que ver. Alfonsín fue más vivo. Por eso ganó.
La irrupción de su esposa preanunció el fin de la entrevista. Antes, Carmen corroboró que fue llevada al Pozo de Lomas. Cree que eran de la Armada. Se tocó la frente y dijo que ya ni quería acordarse.
Herminio se ofreció a llevar al cronista; a Nora de Mora, asistente de un edil, y a Rubén, enviado de Roberto ‘Gato’ Suárez, mediadores de la entrevista a la que se había negado hasta tanto conoció su finalidad: un libro.
–Quiero escribir mis memorias. Mirtha Legrand me preguntó si no lo había pensado. Y ahí, rápido, le inventé que sí y que tenía el título: “Conmigo o sinmigo” (risas).

El hombre que se llevaba por delante la política salió de su casa a paso lento, para manejar, con igual prudencia, su camioneta roja con tracción en las cuatro ruedas:

–Esta me la quisieron robar. Bah, me la robaron. Pero en 48 horas, la tuve de vuelta. Me llamaron; dijeron que no me habían reconocido y me dieron una dirección para que fuera a buscarla.

Ya no se sabrá cuánto había de cierto en la candorosa anécdota.
Propuso:
–¿Los llevo al río, a ver el lugar por donde crucé? Nadé, fui a buscar el bote y lo traje para que los compañeros cruzaran, el 17 de octubre.

Él, que fue tantos hombres: sindicalista, intendente, jefe partidario, diputado, penúltimo caudillo... ahora venía a ser chofer. No había derecho a degradarlo, también, a guía turístico.